¿Cómo divulgar el Software Libre sin morir en el intento? (parte 2)

¿Cómo divulgar el Software Libre sin morir en el intento? (parte 2)

Esto fue escrito hace muchos años y nunca lanzado por distintas cuestiones. Lo estoy publicando ahora, para poder finalmente darle una conclusión a la trilogía que tenía pensada para este artículo.

En la entrega anterior reflexionábamos respecto al concepto de software libre, y la dificultad que se presenta como divulgadores de algo tan abstracto, alejado y ajeno. La pregunta que surge es, ¿por qué se convierte en un tabú técnico hablar de software libre, siendo que la tecnología forma parte de nuestras vidas cotidianas?

Antes de intentar darle una respuesta a esta situación, creo que es necesario realizar una autocrítica y un análisis introspectivo respecto a cuál es nuestra motivación. ¿Qué nos mueve? ¿Por qué nos apasiona el software libre? ¿Qué creemos que vamos a solucionar? ¿Por qué todo el mundo debería naturalizar este concepto?

¿Por qué me interesa esto?

Resulta evidente el beneficio que el software libre representa para la industria. También para la ciencia, pero… ¿qué injerencia tiene en la vida cotidiana? Apelando a la sinceridad brutal, el software libre no parece tener una injerencia visible para con la vida cotidiana: Una persona que comienza su día en su rutina cotidiana, no esperaría tener un beneficio particular al utilizar software con licencias libres más allá de las cuestiones legales (y en segundo lugar el aspecto económico).

Posesión de facultades

Para lectores del resto del mundo, en Latinoamérica (especialmente en Argentina) se vive junto a economías informales, mentalidad de supervivencia, y por añadidura, desconfianza de las instituciones. Tan enraizado en la cultura Argentina está la mentalidad de “hacé que ande”, que tenemos una canción que reza: “Atalo con alambre”.

Con este cuadro, no es anormal que en estas latitudes el entendimiento y la apreciación por los marcos legales quede soslayado; nos prestamos libros, grabábamos música de la radio en cassettes (que después eran copiados un número indefinido de veces) e incluso en el auge de la computación, copiar programas en diskettes era tan normal, que el concepto de “piratería” nos resultaba foráneo.

Sin embargo, para poder conducir un automóvil, se necesita un permiso. Para ejercer la medicina, se necesita un permiso. Para que la música suene en la radio, se necesita un permiso. Incluso para que Spotify nos haga escuchar la música que escuchábamos en nuestra niñez, se requiere un permiso.

Entran las licencias: Desde un libro, pasando por la música, hasta investigaciones, las licencias protegen la propiedad intelectual (por ejemplo un libro) o empoderando la industria, según qué lente se utilice. Y el software no escapa a esto.

En una era donde se prima la inmediatez; lo fácil, rápido, barato, en pocos pasos, sencillo, sin vueltas; resulta evidente que es poco relevante el licenciamiento utilizado en un sutil y pequeño aspecto de su vida diaria. Incluso, mal que nos pese, tampoco le resulta una variante utilizar un software particular. Claro queda el hecho de que el software está presente en nuestras vidas prácticamente en todo momento dentro del ámbito moderno: Celulares; televisores, balanzas, heladeras, relojes, televisores inteligentes, no solo computadoras. El software le da vida a los productos y nos permite interactuar con la tecnología actual y disfrutar de distintos aspectos de la misma.

Es importante reconocer entonces que el público general tiende a naturalizar el aspecto software de los productos tecnológicos convirtiéndolos en un elemento de poca importancia. “Anda, y listo”. Poco se sabe y poco se entiende: Todo dispositivo que ejecuta un software es pasible de ser mejorado sin modificar físicamente dicho dispositivo. Las inquietudes que debemos abordar como profesionales, entusiastas y activistas es: ¿Qué se puede mejorar? ¿Cómo cambia mi vida? ¿Por qué me interesa esto? ¿Cuál es mi beneficio?

Una revisión del foco

En medio del consumismo feroz que vivimos, luchar por ideales es una batalla quijotesca sin fin. Válida, pero interminable. Y entiendo que no es nuestro rol calibrar los ideales de una sociedad, menos cuando nuestra motivación proviene de un aspecto de la tecnología que se reduce al entendimiento de un puñado de gente conocedora del tema.

Los ideales del activismo de software libre no dejan de ser nobles: Compartir conocimiento, mejora continua, impulso de la industria, empoderamiento de pequeñas comunidades, crecimiento de economías regionales. Son aspectos más que necesarios para el funcionamiento saludable de una comunidad, de un país, de una región. Con estos elementos, deberíamos (como conglomerado de agrupaciones de software libre) ser el centro de la innovación: el núcleo tecnológico de una industria pujante y una educación estratégicamente técnica pensada hacia el futuro, con un enfoque globalizado sin descuidar las economías regionales.

Admitiendo entonces que la inmediatez está severamente enraizada en la sociedad y que el consumismo pareciera haberse convertido en el marco que da forma a la vida social, comienza a vislumbrarse que una posible solución a la problemática es abordar la difusión de software libre al revés: En lugar de predicar los valores, en lugar de predicar el software per se, predicar los beneficios para que los valores aparezcan subrepticiamente y sin presiones. La premisa entonces, vira hacia eliminar la fricción que surge al intentar cambiar tradiciones con base en razones éticas y morales haciendo foco en el aspecto informático, a la vez que se estimula un cambio de comportamiento mediante el refuerzo positivo inmediato, con enfoque en el aspecto pragmático y empírico de la vida cotidiana.

Esto nos arroja hacia un mar de posibilidades, nuevas problemáticas y desafíos y consecuencias a considerar. En la conferencia, me resultó ciertamente grato observar un empresario que exponía la problemática de la inteligencia artificial en la industria, las implicancias respecto a los puestos de trabajo existentes, y la relación con el ser humano.

Creo que va a ser una batalla ganada el día que como Nación ubiquemos al Software Libre como parte de la agenda de la Educación Argentina.

Continuará.